Captura de vídeo tomada del canal de televisión TVZ de la directora de la casa-hogar La Gran Familia o casa de Mamá Rosita, Rosa Verduzco, en Zamora (México).
MÉXICO. Para algunos la mexicana Rosa Verduzco es el alma caritativa que dedicó su vida a educar y dar techo a niños necesitados, pero para otros, incluida la fiscalía del país, es la mujer estricta que dirigía un orfanato similar a un infierno por los abusos constantes a sus internos y la insalubridad del lugar.
Por eso, entre los más de 4.000 niños que se calcula han vivido y salido de La Gran Familia en estas cuatro décadas son muchos los que están levantando la voz para contar su sufrimiento o defender a su "madre", detenida el martes en una operación del Ejército y la Policía.
"Aprendí demasiado y valoro todo lo que pasó. Si te portas mal, obviamente te va mal. Pero como yo toda la vida hice bien, lo que me correspondía, me fue bien", contó a Efe Victor Román en una conversación telefónica.
Este joven de 20 años tiene una madre de sangre y otra postiza pero que considera más verdadera pues es quien lo ha criado, "Mamá Rosa", sobre quien hoy se vierten litros de tinta para hablar de sus maldades, palabras que a este joven le duelen.
"Gracias a todo lo que aprendí de ella es que ahora vivo bien", cuenta indignado ante lo que se está publicando y ante el hecho de que llamen "rescate" al operativo de ayer en el que fueron encontrados 500 niños en la casa hogar La Gran Familia de Zamora (Michoacán).
Tras recibir varias denuncias, el Ejército y la Policía Federal intervinieron el recinto para liberar a los menores que según la fiscalía vivían en deplorables condiciones y sufrían maltratos.
Román cuenta que el internado tiene "sus cosas buenas y malas", aunque asegura que nunca les faltó alimento y que la comida en mal estado de la que se habla en los medios de comunicación "era para los animales". "No es como lo quieren pintar en las noticias", dice enfadado.
Sin embargo, al anunciar la detención de Verduzco y sus ocho colaboradores, el fiscal general, Jesús Murillo, se refirió a "plagas" de "ratas" y "chinches" halladas en el recinto.
Además, aseguró que en el centro se obligaba a los niños a pedir dinero o dormir en el suelo, y se les prohibía salir de las instalaciones, además de someterlos a abusos sexuales.
Román nunca llegó a ver estos abusos, aunque sí reconoce que los jóvenes que no tenían familia no podían abandonar el hogar y algunos padres que dejaban a sus hijos no podían recogerlos cuando querían, ya que muchos "firmaban un convenio".
Y si "Mamá Rosa" no los dejaba salir, aunque fueran mayores de edad, era para que no se metieran en problemas. "Si nadie va a recogerte no sales, le preocupaba qué iba a ser de ellos", explica.
A ese micromundo perteneció Román once años, hasta el pasado 17 de mayo, cuando dejó la casa después de que su madre natural fuera a buscarlo.
Por dos meses, cuenta, se ha librado de acabar en la cárcel ya que él también llevaba a cabo labores de vigilancia, cuidado y enseñanza de los niños. Las ocho personas que detuvieron junto con "La jefa", el otro mote de Verduzco, habían crecido allí, cuenta Román.
El era también director de orquesta en La Gran Familia, pues la música era uno de los principales sustentos de la casa y el aprendizaje más valorado.
"Si estabas bien en la música, pasabas de grado", daba igual el resto de las materias, contó a Efe por su parte Ángel Verduzco.
Y es que la música, añade, era el "negocio de la señora", pues a las bandas de niños las alquilaba para fiestas privadas, actuaciones por las que recibía un pago que los niños nunca veían.
A ellos les pagaba con vales que luego intercambiaban en la tienda de la casa hogar por productos para completar su alimentación o su higiene.
Como muestran sus apellidos, Ángel es uno de los chicos que nació en la casa de dos de los jóvenes que allí vivían y fue registrado por "Mamá Rosa" como suyo.
"Yo ante la ley con mi papá y mi mamá somos hermanos, somos Verduzco Verduzco, y resulta que ellos tienen sus actas originales" con otros apellidos, relató.
Para este joven de 27 años, los 18 que pasó dentro fueron un infierno en el que recibió palizas por intentar escaparse, ya que ni a él, ni a su hermana, ni a su madre, que trabajaba como cocinera por 100 pesos semanales (unos 8 dólares), los dejaban salir.
Todo por no estar de acuerdo con una vida que no eligió, por negarse a acatar las leyes y ser rebelde.
"Siempre estaba la de que 'vas a hacer esto porque te digo y porque si no te doy unos chingadazos', pero yo estoy en contra de eso. Si a mi no me gusta eso, pues no lo voy a hacer, por eso estamos en un país libre".
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