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lunes, 4 de agosto de 2014

El mal negocio de odiar al Chapo Guzmán


Los hermanos Arellano Félix apretaron las quijadas y se volvieron a reunir para discutir el tema con Ismael El Mayo Zambada, quizá el socio más importante que hoy tiene Joaquín Guzmán Loera. Lo que sigue es palabra jurada de Everardo Páez Martínez, lugarteniente de los Arellano, testigo presencial de los hechos y colaborador del FBI: “Los dirigentes de la Organización de los Arellano Félix y Zambada planearon una segunda reunión con Guzmán en la residencia de Zambada en Culiacán.


El objeto de esta reunión era que Ramón Arellano Félix matara a Guzmán Loera”. “Me consta este complot, porque participé en conversaciones con Benjamín, Ramón y Eduardo acerca del plan para asesinar a Guzmán. Además, Ramón me dijo personalmente que iba a Culiacán a matar a Guzmán. Y lo llevé en automóvil al aeropuerto el día que viajó en avión de Tijuana, rumbo a Culiacán, para llevar a cabo la misión”.

Al llegar al aeropuerto de Tijuana o “51”, como en clave se referían a ese lugar, Ramón Arrellano Félix se encontró con sus hermanos Benjamín y Eduardo Arellano Félix en una camioneta estacionada afuera de la terminal aérea. Los capos permitieron la presencia de su consejero, Everardo Páez. –Asegúrate que todo salga bien –pidió Benjamín a Ramón–. Será muy difícil para nosotros si atacas a Guzmán y no lo matas. Eduardo recalcó la misma idea. Aparentemente, Ramón escuchó en silencio los consejos de ambos. –Todo está listo para el ataque –concluyó Benjamín.

El asesinato ocurriría en el interior de la casa del Mayo. Ramón subió al avión. Descendió y tomó camino para matar al hombre que se convertiría en el más poderoso de su especie en el mundo. * * * El homicidio de Armando López, un compadre de Joaquín El Chapo Guzmán Loera, cometido en 1989 por Ramón Arellano Félix, fue el punto de partida en la tensión entre la Organización de los Arellano Félix y la Organización de Guzmán Loera. Ambos eran beneficiarios directos del desastre venido tras el asesinato del agente especial de la DEA Enrique Camarena a manos de Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca, perpetrado en 1985 en Guadalajara.

El gobierno de Estados Unidos se lanzó como un perro furioso y reclamó a su contraparte mexicana la detención de los culpables. Así ocurrió, además de la captura de Miguel Ángel Félix Gallardo. Recientes versiones apuntan a que el asesinato de Kiki Camarena fue orquestado por la CIA. De ser cierto el hecho, llama la atención que nunca ningún narcotraficante detenido entonces utilizara esa información en su defensa. Tampoco lo hizo ninguno de los varios funcionarios de la Dirección Federal de Seguridad implicados con el narco. Lo cierto es que lugartenientes del falleciente Cártel de Guadalajara tuvieron su oportunidad de ascender y, mientras lo hacían, se hicieron la guerra a muerte.

Las facciones más claras en ese momento eran la dirigida en Juárez por Amado Carrillo, la de Joaquín Guzmán y Héctor El Güero Palma en Sinaloa, los Arellano Félix en Tijuana y, hacia el oriente, en el Golfo de México, Juan García Ábrego. Durante el verano de 1991, período en que los cadáveres se hacían asunto rutinario en Culiacán y Tijuana, Ismael El Mayo Zambada García, entonces alineado con los Arellano Félix, concertó una reunión entre él mismo, Benjamín Arellano y Joaquín Guzmán. El objetivo de la reunión era iniciar un diálogo entre las dos grupos e intentar resolver sus respectivos problemas.

A Benjamín Arellano Félix no le quedaba mayor alternativa que sentarse a negociar y resolver las cosas con Guzmán. En esa época, El Chapo tenía una relación estrecha con el jefe de la Policía Judicial Federal, Guillermo González Calderoni, un hombre señalado por Miguel Ángel Félix de orquestar el reparto de las plazas.

González Calderoni gozaba de otra fama: estaba en la mayor estima del gobierno de Estados Unidos. Benjamín Arellano entendía que los vínculos de Guzmán con González Calderoni y otros funcionarios políticos y policiales representaban una situación peligrosa para su organización y aceptó la conciliación del Mayo Zambada.

tres

* * * Everardo Páez, lugarteniente de los Arellano desde mediados de los ochenta, viajó a Culiacán con Benjamín, Eduardo y Ramón Arellano Félix; Ismael y Gilberto Higuera Guerrero, y otros varios miembros de Tijuana.

El encuentro ocurrió en la casa de Zambada, en Culiacán, pero los únicos que participaron en la propia reunión fueron Benjamín Arellano, Ismael Zambada y Joaquín Guzmán. Cada cártel mantuvo la guardia alrededor de la residencia, según consta en los documentos en poder de SinEmbargo.

“Abrimos la comunicación y los problemas estaban bajo control”, informó Benjamín a los suyos. “No quiero que nadie hiciera nada que creara malentendidos o desconfianza”, ordenó en general. “No persigas a nadie de la gente de Guzmán”, pidió a su hermano Ramón. Aunque se suponía que las cosas se habían resuelto en la reunión del verano de 1991, poco tiempo después los 30 dirigentes del Cártel de Tijuana cayeron en cuenta que Guzmán Loera logró implantar a un comandante de la Policía Judicial leal a él en la propia ciudad de los Arellano Félix.

Se decía que Guzmán operaba en contubernio con un ex jefe de Fronteras de la Policía Judicial y del encargado de la Agencia Anti Narcóticos mexicana, González Calderoni. Los Arellano apretaron las quijadas y se volvieron a sentar para discutir el asunto con El Mayo. Hablaría Everardo Páez en los días de su encierro y pacto con las agencias de Estados Unidos empecinadas en extinguir al Cártel de Tijuana. “Los Arellano Félix y Zambada planearon una segunda reunión con Guzmán en la residencia de Zambada en Culiacán.

El objeto de esta reunión era que Ramón Arellano Félix matara a Guzmán”. Pero el asesinato se frustró y Ramón volvió con las manos limpias a Tijuana. “Yo estaba listo para asesinarlo, pero Kiki Fernández –un asociado de los Arellano Félix en esa época– se puso paranoico y físicamente me detuvo”, explicó a sus hermanos. Benjamín estaba furioso. –¿Y por qué no mataste a Kikí? –cuestionó Benjamín. –No te preocupes… Yo mataré a Guzmán en Guadalajara –se justificó Ramón.

En junio de 1992, Benjamín e Ismael Higuera Guerrero estaban listos a viajar a la Ciudad de México.

Los Arellano mantenían una dolorosa racha de incautaciones de cargamentos de cocaína y mariguana en Estados Unidos. Veían como su ciudad se convertía en un sitio hostil, en un lugar que los comenzaba a tratar como extraños a ellos, los dueños de la frontera. Benjamín viajaba a la capital mexicana con la intención de hablar por segunda vez con Guzmán y Zambada y, nuevamente, abordar las diferencias. Sin embargo, antes de que partieran a la reunión, Ramón se enteró de que Guzmán tramaba el homicidio de Benjamín e Ismael Higuera Guerrero durante el traslado.

Se canceló el viaje. Los Arellano confrontaron a Zambada y otros que ellos creían sabían del ataque proyectado, incluido otro traficante importante con el nombre de Rafael Aguilar Guajardo, ex comandante de la Dirección Federal de Seguridad y cofundador del Cártel de Juárez. Zambada y Aguilar Guajardo negaron conocer o estar implicados en el complot. Después de este incidente, los dirigentes de la OAF mantuvieron comunicaciones cordiales con Zambada y Aguilar Guajardo. Sin embargo, los percibían como enemigos. Poco después de eso, las organizaciones se encontraron en guerra. La alianza de los Arellano con Manuel Aguirre Galindo y Jesús Labra Avilés se fortalecieron. * * *

Ese mismo año, en agosto de 1992, Ramón y un pistolero viajaron a Guadalajara para buscar una segunda oportunidad de ejecutar a Guzmán. Ramón se sentía seguros luego de obtener la localización precisa de Guzmán en la capital de Jalisco. –No quiero que las cosas empeoren– habló Benjamín, visiblemente preocupado. –Si otros traficantes importantes que nos están dando problemas ven que Guzmán está muerto, dejarán de atacarnos– repuso Ramón, según la reconstrucción hecha por Everardo. Ramón y un contingente de ejecutores partieron en el avión privado de Benjamín.

El día después de la partida de Ramón, sus hermanos Benjamín y Eduardo y otros jefes de Tijuana se encerraron en un rancho llamado “Las Bardas” en espera de noticias del ataque. Dos o tres horas después, Ramón llamó por teléfono. –Intentamos dispararle y matarlo, pero escapó.



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Foto: Cuartoscuro En otoño de 1992,

Fulvio Jiménez Turegano comandaba a la Policía Federal en Tijuana. Los Arellano Félix tenían por cierto que ese hombre Jiménez, descendiente policiaco de Arturo El Negro Durazo, trabajaba en acuerdo con Guzmán Loera. La presión no cesaba y las confiscaciones no paraban. Los Arellano pensaron en tomarse un respiro y decidieron dar y darse a toda la jefatura de la organización criminal unas vacaciones en Puerto Vallarta.

Los narcotraficantes optaron por pausar y esperar que la frontera se enfriara. Benjamín, Ramón y Javier Arellano Félix; Ismael y Gilberto Higuera Guerrero; Efraín Pérez, y David Barrón Corona El Popeye, jefe de escoltas, y otros se prepararon para dejar su ciudad y tomar unas largas vacaciones en Puerto Vallarla. “Hasta que todo se calme”, dijeron y volaron a principios de noviembre de 1992. Pero ya nada volvió a la calma.

Los gatilleros del Chapo y su socio Héctor El Güero Palma emboscaron a Ramón y Francisco Javier en la discoteca Christine de Vallarta. La versión al interior del Cártel de Tijuana fue que un grupo de personas entraron a la discoteca, se dirigieron al baño y gritaron “¡Policía!”. En el lugar estaban Ramón, Javier e Ismael y Gilberto Higuera. Uno de los acompañantes de los capos replicó con la misma advertencia: “¡Policía!”. Lo mataron de inmediato.

Al comenzar el tiroteo, al menos una docena de hombres irrumpieron en el salón y abrieron fuego. Barrón respondió el fuego. Mató a uno de los atacantes y le quitó el rifle AK-47. Luego ayudó a los capos a salir del lugar trepando hasta el tragaluz y el techo del lugar por donde lograron escapar.

Las vacaciones se cancelaron y Eduardo Arellano Félix y Páez Martínez, que habían retrasado su salida, volaron a Guadalajara donde se reunieron con Benjamín y los otros. Resolvieron un contraataque inmediato. Gilberto Higuera llevaría a un equipo de sicarios a Culiacán para localizar y atacar a miembros de los grupos de Guzmán y del Güero Palma.

En segundo lugar, se decidió que Ramón Arellano Félix trabajaría con un individuo apodado La Rana y llamado Humberto Bañuelos Rodríguez, un ex comandante de la Policía Judicial de Sinaloa, para identificar a miembros de la familia Guzmán y sus domicilios en el área de Guadalajara. Durante las semanas siguientes, La Rana localizó y secuestró a uno de los cuñados de Guzmán.

El día en que secuestraron al cuñado de Guzmán, Páez Martínez y Barrón Corona El Popeye acompañaron a Ramón Arellano y a La Rana al lugar en donde lo tenían cautivo. Lo golpearon y torturaron que el hombre proporcionó información relacionada con la identidad y ubicación de miembros de otros familiares de Guzmán. Entonces lo ejecutaron. Mientras tanto, Gilberto Higuera se mantuvo en Culiacán con un equipo. Sin embargo, mientras efectuaban la búsqueda fueron encontrados: él mismo fue secuestrado por cercanos de Guzmán.

Inmediatamente después de recibir la información sobre el levantón, Ramón Arellano Félix y Barrón Corona fueron a una de las residencias de la familia de Guzmán que el cuñado de Guzmán había beatificado y tomaron varias personas como rehenes. Ramón Arellano habló con El Chapo. –Voy a matar a tus familiares a menos que sueltes a Gilberto. Cada capo liberó los respectivos rehenes y se plegó a concentrar fuerzas.

Poco después del regreso de los Arellano a Tijuana, Benjamín Arellano llamó por radio a Páez Martínez. –Quiero una reunión con Barrón Corona– ordenó. Páez Martínez localizó al Popeye y lo escotó para que se encontrara con Benjamín. –¿Tienes hombres rudos disponibles para nos proporcionen protección a mí y a mis hermanos?– indagó el narcotraficante. –Conozco a varios muchachos del área de Logan Heights de San Diego, pero ninguno de ellos conoce Tijuana muy bien– repuso el asesino. –Eso no será problema.

Quiero empezar con cuando menos 10 hombres. Benjamín fundaba un cuerpo de sicarios de tiempo completo, realizaba un salto evolutivo en la historia de las empresas criminales mexicanas al reclutar personal ajeno a la organización por su sola capacidad de ejercer violencia. El gánster ordenó al Popeye conseguir casas, automóviles, armas y lo que fuera necesario para organizar un grupo. Le llenó las manos con 200 mil dólares y arriba de los billetes le colocó un radio. –Eres CH– Benjamín, con tono complacido, otorgaba clave a su jefe de asesinos.

CH era una abreviatura de Charles, como gustaba el narcotraficante llamar al Popeye en alusión a Charles Bronson o, más precisamente, a los rudos personajes que el actor interpretaba. * * * Charles o Popeye inició inmediatamente la contratación de miembros de las pandillas de Logan Heights para ser guardaespaldas y miembros de los equipos de sicarios. Estableció tres casas amplias, llamadas “oficinas” en Tijuana como casas de seguridad.

La oficina con clave 73 tenía la primera responsabilidad de la seguridad de Ramón Arellano; otra más concentraba la vigilancia de Benjamín Arellano, y la otra, denominada L-H –quizá en alusión a Logan Heights– concentraba un equipo de ejecución general y refuerzo. Estos fueron algunos de los pandilleros reclutados: Alberto Bayardo Robles El Gori, Alfredo Araujo también apodado Popeye, Adelaido Peña Huerta Lalo, Marcos Quiñones El Pato, Enrique Vascones El Puma, El Tarzán, El Jimmy, Night Owl, El Gizmo, El Gordo, Cougar, Spanky y El Paisa provenientes tanto de la banda Logan Heights como Posoles o Del Sol, las tres con ascendente en la Mafia Mexicana, una de las más poderosas pandillas carcelarias en Estados Unidos.

A fines de 1992 y principios de 1993, el equipo de sicarios de los Arellano Félix estaba concentrado en el entrenamiento y en la espera de una oportunidad para asesinar a Guzmán Loera. El sueldo semanal de cada pistolero era de 500 dólares más bonificaciones por participar en “misiones” especiales, es decir, trabajos de represión consistentes en asaltos, secuestros y asesinatos. El entrenamiento formal consistía en el manejo y uso de rifles de asalto AK-47, pistolas .38 Súper, arma de cargo de las policías mexicanas, y subametralladoras UZI.

¿Cómo era el proceso de reclutamiento del cuerpo de sicarios de los Arellano Félix? ¿Cómo se elegía a un hombre cuya principal ambición en la vida debía ser quitarle la vida al Chapo Guzmán? Night Owl fue miembro de la pandilla Posole, la misma a la que en libertad pertenecía El Bat. Entre 1978 y 1981, Night Owl fue condenado en siete ocasiones por diferentes cargos que purgó como menor de edad. En 1987 tuvo paso por la cárcel de San Quintín, donde conoció a Albert Esqueda El Bat. A principio de los años 1990, las autoridades estadunidenses ya sabían exactamente la mezcla de Night Owl: fue procesado por posesión de metanfetaminas y de explosivos. Sus estancias en las penitenciarías fueron lo suficientemente relevantes como para sumarse con cierta influencia en el directorio de la Mafia Mexicana. Entre abril de 1992 y el 1 de marzo de 1993, el pandillero coincidió en la cárcel con otro llamado José Ayala y conocido como Bugsy, a su vez amigo cercano de David Barrón Corona El Popeye para las clicas, Charles para los Arellano Félix. La amistad entre Night Owl y Bugsy se estrechó hasta el momento en que el último enroló al primero en el grupo de Popeye mediante correspondencia.

En marzo de 1993, Night Owl abandonó la prisión estatal. Afuera de la penitenciaría lo esperaba una mujer, hermana de Barrón Corona y lo llevó a una casa a la que se referían como oficina en el área Logan Heights de San Diego. Ahí conoció a Barrón Corona y a otros miembros de la pandilla: Zig Zag, Tarzán, Puma, Roach, Big Smokey, Little Smokey, Happy… Todos asesinos bajo sueldo de los capos de Tijuana a donde casi de inmediato fue llevado Night Owl. Tuvo por bienvenida la entrega de sus armas, de las que no debía despegarse en adelante.

Barrón Corona instruyó a dos de los miembros de más antigüedad del equipo que enseñaran a Night Owl cómo usarlas, desarmarlas, limpiarlas, re ensamblarlas y conservarlas. Era clara la familiaridad con el uso de las armas. “Periódicamente los miembros que eran sicarios y yo recibíamos entrenamiento formal de armas de fuego con estas armas El entrenamiento consistía de prácticas de disparo y de tiempo.

Después de efectuar los simulacros, Barrón Corona y nuestro instructor de armas de fuego, un hombre del Medio Oriente, nos daba su evaluación y crítica respecto a nuestra actuación”, explicaría Night Owl. Además del revólver .38 y un fusil AK-47, el recluta recibió un uniforme estilo oficial de la policía: un traje negro de una pieza con las letras PJF (Policía Judicial Federal) impresas en espalda y una cachucha con las mismas siglas. También existía vestuario con las iniciales de la Procuraduría General de la República. Los pandilleros utilizaban los uniformes cuando realizaban algunas actividades de seguridad a favor de los Arellano o en algunas ocasiones en que funcionaban como sicarios.

También le indicaron las reglas básicas del grupos de asesinos: quedaba prohibido el consumo de drogas y de alcohol, se imponía la restricción de salir a menos que específicamente existiera permiso para hacerlo y se les requería listos y uniformados en cualquier momento para realizar un trabajo.

El Popeye comandaba un grupo de pandilleros con la estructura jerárquica entendida desde su pertenencia a una clica con un acendrado sentido de lealtad al que se agregaban controles de tipo militar, como el encuartela miento, el uniforme y la disponibilidad permanente. Night Owl fue expulsado temporalmente por consumo de drogas. Regresé a San Diego y, casi al mismo tiempo, regresó a la prisión, donde se reencontró con el viejo Bugsy, quien integró una vez más al otro a la cuadrilla de sicarios en Tijuana. Ahí se reencontró con otro viejo conocido de las penitenciarías, El Bat.

En enero de 2001, Night Owl fue detenido por tercera ocasión en quebrantamiento de su libertad condicional. Tal vez por cansancio o por el paulatino desgate del Cártel de Tijuana, buscó a funcionarios federales en California y les informó de su deseo por cooperar en la investigación que realizaban de sus antiguos jefes. Y dio el santo y seña del proceso de reclutamiento del cuerpo de sicarios de los Arellano Félix.

De estas incorporaciones surgió la contratación de José Albert Esqueda El Bat, un hombre que buscó convencer a los miembros de las pandillas sureñas en Estados Unidos, asociadas bajo el gobierno de La Mexican Mafia o EME, de asesinar a Guzmán Loera.

El atentado en la discoteca Christine encendió todas las alarmas. Una tarde, a finales de diciembre de 1992 o principios de enero de 1993, Ismael Higuera Guerrero informó a Ramón Arellano Félix de la existencia de un espía de Guzmán Loera. Pronunció el nombre de Juvenal Gómez Buenrostro, un proveedor ocasional de mariguana para el cártel sin mayor importancia en la trama, pero, en ese contexto, el Cártel de Tijuana lo entendió como un sujeto que podría representar la desaparición de la organización entera. –Él y su padre son, además, informantes para el gobierno de los Estados Unidos– atizó Ismael Higuera la paranoia de Ramón. –Juvenal Gómez vive en San Diego, pero tiene un gimnasio aquí, en Tijuana.

Como los Arellano preferían asesinar en Estados Unidos, resolvieron la ejecución de Juvenal Gómez en California sin mayor trámite que la anterior conversación. Un par de días después, Ramón y Benjamín Arellano Félix intercambiaron información sobre Juvenal Gómez con los demás miembros de su estado mayor con respecto de la sospecha de su colaboración con las agencias policiales. –Es un enemigo a quien se le tiene que matar– reiteraba Benjamín como si detrás de la cara de cualquier hombre estuviera el rostro del Chapo. –Que vaya Charles– ordenó en referencia a David Barrón Corona, su jefe de escoltas a quien comparaba con Charles Bronson o, más correctamente, con los personajes que interpretaba ese actor.

En esos días, Ramón alquilaba una casa en Del Mar, California. Ahí citó a Everardo Páez, lugarteniente del cártel. Ramón también parecía especialmente interesado con lo localización y ejecución de Gómez. El tema se volvía prioritario y El Popeye fue urgido para resolver el asesinato y escogió a dos de sus pistoleros: Alfredo Araujo y Night Owl, quienes utilizarían las armas de uso común de los sicarios de Tijuana, pistolas .38 Súper y fusiles AK-47.

El propio Martínez se sumó a la búsqueda de Gómez, a quien finalmente asesinó un sicario integrado en un segundo equipo formado por Popeye. –Le disparé en un negocio de celulares, en Chula Vista. Ahí abandoné el carro y por ahí boté las armas– presumió el matón identificado como Adelaido Peña Lalo, quien obtuvo una bolsa de 50 mil dólares.

Durante la segunda semana de mayo de 1993, Ramón Arellano averiguó que su enemigo se encontraba en Guadalajara. Informó a sus hermanos Benjamín, Eduardo y Javier y todos acordaron el ataque. Al día siguiente, Ramón y un grupo de sicarios partieron de Tijuana con destino a Guadalajara para localizar y matar a Guzmán. Seis o siete días después, el 23 de mayo de 1993, La Rana informó que su gente participó en un tiroteo en el aeropuerto de la capital de Jalisco. El matón daba por muerto a Guzmán Loera, pero quien en realidad murió fue el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo. Al regresar a Tijuana de Guadalajara, los sicarios que participaron en el ataque recibieron órdenes de huir a los Estados Unidos.

La guerra resultaba un mal negocio para todos. La muerte de un príncipe de la Iglesia en medio de un fuego cruza era demasiado. Apenas habían pasado ocho años del asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena. Alguien debía pagar.

Ante sus jefes, Barrón se disculpó por el intento fallido por asesinar al Chapo Guzmán. –No te preocupes– respondió Benjamín. Ahora lo necesario es enfrentar la situación lo mejor que se pueda. Estoy tratando de arreglar el problema. Tengo que entregar a la PGR dos personas para aliviar la presión sobre nosotros.

Van a testificar que El Chapo estuvo implicado en el tiroteo. Yo los sacaré de la cárcel en uno o dos años y le daré a cada uno 300 mil dólares y lo que sea para sus familias. –Yo me encargo que uno o dos se ofrezcan– ofreció El Popeye.

Entre las nueve y diez de la noche, Barrón avisó a Benjamín que ya estaban listos los asesinos expiatorios: Puma y Spooky o Spanky. La entrega la haría Jesús Labra a un comandante que tenían comprado desde antes. Un par de días después, los narcotraficantes vieron en las noticias el relato del asesinato del purpurado. Vieron los rostros de sus enemigos y los suyos mismos.

Escucharon que la Policía Judicial Federal había logrado la captura de dos participantes en el tiroteo que confirmaban la guerra de los cárteles. El Chapo estaba en el centro de la escena.

Poco tiempo después fue detenido y aunque los Arellano no, al menos en lo inmediato, Guzmán Loera se fortaleció desde la prisión federal en que estuvo preso. Mantuvo el apoyo incondicional de sus primos, los Beltrán Leyva a quienes años después traicionaría y de El Mayo Zambada, quien años atrás conspirara para matarlo. . A la vez, los Arellano pelearon en otro frente de guerra contra Amado Carrillo Fuentes El Señor de los Cielos. Los documentos detallan por ejemplo, el asesinato de una mujer llamada María Olivas en Imperial Beach, California, por el simple hecho de que la consideraban asociada, así fuera indirectamente, con el capo de Juárez.

Poco a poco, la capacidad de negocios de los Arellano se reducía y algunos de los espacios eran llenados por sus sicarios, avenidos en operadores de los cargamentos. Hacia 1996, Popeye no era un simple pistolero. Movía cargamentos de cocaína de Ensenada, Baja California, a San Diego, California, que luego fletaba o custodiaba personalmente hasta Nueva York. En ese tiempo, la cocaína se importaba a los Estados Unidos en cargamentos de 50 kilos y se transportaba de California a Nueva York en envíos de 100 a 200 kilos.

Ya desde entonces, en realidad desde antes, los Arellano Félix cumplían cierta función arancelaria: cobraban el derecho de paso de las drogas ilegales provenientes de Colombia o México con paso por Tijuana y Mexicali. En el presente, la participación del antes poderoso Cártel de Tijuana se reduce a esta operación aduanal y cada vez menos presencia en el mercado con su propia mercancía.

En los años de gloria, sus propios empleados podían realizar negocios por su cuenta de hasta dos toneladas de mariguana por embarque. El Popeye, Charles Bronson o CH murió el 27 noviembre de 1997. Fue alcanzado por la esquirla de una bala que atravesó la camioneta del semanario Zeta de Tijuana, pegó en un barandal de herradura y penetró por el ojo del matón. Ahí mismo, en posición de ataque, empuñando el arma, murió Barrón Corona, el sicario del Barrio Logan, mientras intentaba asesinar a Jesús Blancornelas. Esta muerte reconfiguró los cuerpos de matones del cártel. José Albert Márquez El Bat, el hombre amante de las dagas y los verduguillos, quedó bajo las órdenes inmediatas de Rivera Martínez.

Así, con la clave CH, es como refiere el semanario Zeta de Tijuana al sicario que dirigió uno de los atentados contra el periodista Jesús Blancornelas, un hombre al que decidieron asesinar por publicar la relación entre la guerra de los cárteles y el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.

El mapa de 2013 elaborado por el gobierno de Estados Unidos sobre las zonas de influencia de los cárteles en México es muestra del levantamiento de imperios: se observa el avance de Los Zetas hasta tener bajo su dominio la mayor cantidad de los estados, ya por encima del Cártel de Sinaloa, que mantiene la hegemonía como empresa de las drogas.

Se observa la expansión desde el centro occidente de Los Caballeros Templarios de Michoacán y la emersión del Cártel Jalisco Nueva Generación. También se apunta la contracción del Cártel del Golfo, porque ese mapa no cuenta sólo la fundación y el zenit de los imperios, sino también su decadencia y sus ruinas: coloreados apenas sobre las ciudades que les dieran nombre se indican los antes hegemónicos cárteles de Juárez y de Tijuana.

Hubo un tiempo, no muy lejano, porque los imperios de los cárteles son productos perecederos de corta caducidad en que los Arellano Félix pudieron asesinar al narco que sería el más poderoso del mundo, Joaquín Guzmán Loera, a quien los de Tijuana odiaron hasta consumirse.

Todos los hermanos varones que construyeron su cártel están presos o muertos. Muchos de sus temibles sicarios también, entre ellos José Albert Esqueda, el hombre que en una de sus varias dagas llevaba grabada la leyenda “CUANDO ME VEAS REÍR PREPÁRATE A BIEN MORIR”.

La investigación contra El Bat corrió a cargo de Denaire L. Rigney, agente especial del FBI, con experiencia desde 1974 y ocupado de los Arellano Félix desde 1995 junto con un equipo conformado por miembros del Servicio de Inmigración y Aduanas, la Administración Antidroga, el Servicio de Recaudaciones Internas y el FBI.

El 24 de noviembre de 2003, Lo encontraron en su casa de Tijuana, donde empaquetaba mariguana. Descubrieron sus decenas de armas de fuego, cortas y largas. Pero lo que más llamó la atención de los policías fue la extensa colección de verduguillos, navajas, cuchillos.

Una de sus dagas tenía escrita en la hoja, como si fuera una representación del propio Bat: “CUANDO ME VEAS REÍR PREPÁRATE A BIEN MORIR”. El gobierno de los Estados Unidos solicitó al gobierno mexicano la detención provisional con fines de extradición internacional de José Alberto Márquez Esqueda.

El Bat fue entregado, como casi todo lo que pida Washington a México. El Bat pasará el resto de su vida en prisión, donde la Mexican Mafia controla buena parte del suministro de drogas en Estados Unidos.

Cosas de la vida, cosas de la muerte: la EME, verdadera nación del hombre del cuchillo sonriente, es una de las principales distribuidoras del Chapo Guzmán. *


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