Tumba del ambientalista brasileño Chico Mendes en el cementerio en la ciudad de Xapuri, Acre, Brasil. EFE/Fernando Bizerra Jr.
XAPURI, Brasil.- El 22 de diciembre de 1988 Chico Mendes fue asesinado "cobardemente" a manos de pistoleros, pero casi 26 años después su muerte su memoria sigue viva a través del recuerdo de sus vecinos y de una casa convertida en museo que repasa la vida de uno de los grandes líderes ambientalistas de Brasil.
El reloj marcaba las 18.30 y Chico acababa de dejar incompleta una partida de dominó para ir a ducharse. Tomó una toalla, abrió la puerta y le dispararon: "Fue asesinado cobardemente por los pistoleros porque defendía la selva", cuenta Luiz Targino de Oliveira, compañero de lucha de Mendes en Xapuri, pequeña ciudad del Amazonía próxima a la frontera con Bolivia.
Sentado en la puerta de su pequeño negocio, Targino habla de espaldas a la casa de su amigo Chico Mendes, donde aún quedan algunos restos de sangre en la pared y los mismos muebles que estaban cuando ocurrió la trágica muerte del "Centinela del Amazonas".
En el interior de la casa, hoy convertida en museo, pequeños carteles recrean los últimos pasos del impulsor de la Alianza de los Pueblos de la Selva, mientras a pocos metros el Centro de Memoria Chico Mendes reúne algunos de los objetos y pertenencias que formaron parte de la vida del activista.
La historia de Mendes, símbolo del ecologismo dentro y fuera de Brasil, continúa atrayendo la atención de miles de turistas, sobre todo extranjeros, que acuden hasta esta humilde localidad dedicada históricamente al cultivo de caucho, motor de la economía de Acre en el pasado.
Cuando se le pregunta por la situación actual en Xapurí, Targino se aferra al pasado. Recuerda que estaba en el "seringal" (plantíos de caucho) cuando supo de la muerte de Mendes.
Targino lamenta que tras la muerte del activista "el dinero" debilitara la lucha emprendida por su amigo y que fuera sólo la presión de los medios de comunicación estadounidenses la que acabara con la impunidad.
Los asesinos materiales fueron el terrateniente Darly Alves de Silva y uno de sus 21 hijos, Darcy Alves Pereira, quienes vieron un obstáculo en la oposición de Mendes a la deforestación que afectaba al estado de Acre, en el extremo noroccidental de Brasil (frontera con Bolivia y Perú), y en su defensa de los pueblos de la floresta.
"Los pistoleros solo fueron presos porque Estados Unidos presionó", sostuvo Targino.
Fundador del sindicato de recolectores de caucho, Mendes era consciente de los riesgos que implicaba su batalla, pero no quería morir, como dejó por escrito en un testamento recogido en el Centro de Memoria que lleva su nombre.
"Si bajase un enviado de los cielos y me garantizase que mi muerte fortalecerá nuestra lucha, hasta valdría la pena. Pero la experiencia me enseña lo contrario. Entonces quiero vivir. Los actos públicos y el entierro numeroso no salvarán el Amazonas. Entonces quiero vivir", dijo meses antes de ser asesinado.
Varias décadas después, Targino cree lo mismo. Cree que la muerte de su compañero "fue el mayor perjuicio" para el Amazonas, y para Xapurí: "cuando estaba él no existía la ambición y la ambición ahora está aquí", dice.
Mendes, quien tenía 44 años cuando fue asesinado, soñaba con un Amazonas libre de peligros y con una Revolución Socialista Mundial que "unificara todos los planetas en un sólo ideal" y que pusiera fin "a todos los enemigos de la nueva sociedad".
"Disculpen, estaba soñando cuando escribí este acontecimiento; que yo mismo no veré, pero tengo el placer de haber soñado", dijo en una carta dirigida a los "jóvenes del futuro".
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