En 2014 se convirtió en el pionero en Spring Training y Triple A
SANTO DOMINGO. El arbitraje es el único rincón que no han alcanzado los tentáculos dominicanos en las Grandes Ligas en casi seis décadas. Desde que Osvaldo Virgil abriera la puerta en 1958 la marca criolla ha ocupado puestos desde el más alto nivel gerencial hasta dirigentes y cortadores de gramas con la mejor impronta dejada por uniformados dentro de las líneas de cal.
Ramón Ferrer, monteplatense de 31 años, concilia a nivel de madrugada el sueño de ser tan pionero como El Orégano, Felipe Alou (dirigente) y Omar Minaya (GM). Ya en marzo comenzó a ensayar la hazaña al convertirse en el primer juez quisqueyano en trabajar en partidos de Spring Training y en el verano estrenó la bandera tricolor entre las nacionalidades de árbitros que han laborado en Triple A, la antesala del Big Show.
Pero, si bien es joven, el proceso de escogencia de los árbitros ligamayoristas es más exigente y circunstancial que el de los jugadores. Asistir a la Arizona Fall League en octubre del próximo año, obtener una alta puntuación de los evaluadores allí, y que hayan retiros en la MLB son las combinaciones que tienen que darse para que se materialice su aspiración.
Pero lo que más complica la meta es que el tiempo máximo que otorga la MLB es cinco años de trabajo en Triple A para promover a los aspirantes a una posición que paga entre US$120 mil y US$350 mil y para la que solo hay 68 plazas que una vez se consigue solo se deja por problemas de salud, retiro o faltas graves.
Personas que conocen su trayectoria lo describen como dueño de una disciplina militar en su trabajo.
De hecho, Ferrer se “castiga” cuando siente que falla en el terreno, ya sea con suspender una “buena” cena o hacer un largo trayecto a pie, como hizo en 2004 tras arbitrar un partido de Liga de Verano en la Loma del Sueño en San Cristóbal, y decidir bajar esa montaña a pie, con un bulto pesado en su espalda.
“Es un poco difícil conciliar el sueño después de llamar una jugada errada. Pero en momentos como ése tengo una esposa (Fiordaliza Frías) que es impresionante. Cuando tengo esos momentos difíciles, ella me llama y me anima”, dijo Ferrer a DL en las gradas del estadio Quisqueya antes de un partido.
Su ascenso
Reclutado como árbitro para la Secretaría de Deportes en un curso ofrecido previo a los Juegos Nacionales de Monte Plata en 2001 por Mirel Zayas (aquel a quien Héctor Roa mordió en una oreja en 1995 en un Escogido-Estrellas en San Pedro de Macorís), Ferrer comenzó a trabajar en la Liga de Verano en 2004 y su labor allí impresionó a Jorge Bauza, supervisor de la Minor League Baseball.
Bauza le sugirió que aprendiera inglés. Ferrer abandonó sus estudios de ingeniería en informática en la UASD, y se concentró en aprovechar una beca del Programa de Inmersión en la lengua de Shakespeare ofrecida por la MESCYT. Su estreno en la pelota otoño-invernal se produjo en 2006, cuando los árbitros estadounidenses decidieron marcharse tras varios incidentes.
Pero la oportunidad que le abre las puertas a trabajar en los Estados Unidos se produjo en 2008, cuando asistió a un entrenamiento en Los Ángeles junto a 109 colegas, y quedó entre las mejores 25 calificaciones. De allí pasó a otra ronda con 50 aspirantes, y fue uno de los nueve cuyo desempeño les mereció una plaza.
Desde 2009 trabaja en ligas menores, y en 2010 estuvo en el Juego de las Estrellas de la Liga del Golfo. Los salarios en Triple A oscilan entre US$2,600 y US$3,500 al mes en una temporada que se juega entre abril y agosto.
La liga le cubre el hospedaje, la alimentación, y le entrega cuatro camisetas y dos pantalones. Las zapatillas, careta y pechera protectora tienen que correr por su cuenta
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