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domingo, 9 de noviembre de 2014

Pandilleros violadores: psicópatas, pero no locos (2 de 2)

Investigadores policiales trabajan en el lugar donde apareció el cadáver de Elba Magdalena Alvarez, de 17 años, a la vera de un camino en San Salvador, El Salvador. AP
Investigadores policiales trabajan en el lugar donde apareció el cadáver de Elba Magdalena Alvarez, de 17 años, a la vera de un camino en San Salvador, El Salvador. AP
SAN SALVADOR.- Las autoridades detectaron el problema de las violaciones en grupo en 1998. Pero las pandillas comenzaron a eliminar testigos y terminaron así con la posibilidad de registrarlo y de enfrentarse a él. "En el origen, una mujer violada por siete pandilleros denunciaba y podía identificar a los agresores", explica Ricardo Montoya, Subdirector Instituto Salvadoreño Niñez y Adolescencia (INSA). "Luego, toman la decisión de asesinarlas para protegerse ante posibles denuncias".

Así es como se mantiene escondido el fenómeno. Aumentando el nivel de violencia sobre la víctima y la comunidad que la rodea.

Cecilia Morales, Jefa de la Unidad de atención a mujeres de la Fiscalía de El Salvador, no duda en calificar el problema de la violencia sexual en El Salvador como una realidad de "feminicidio".

"La forma en que éstas mujeres son utilizadas y ejecutadas siempre pasa por su sexualidad, por la violación y por un ensañamiento diferente al que se utiliza con los hombres", dice.

Se trata, además, de una violencia que tiene un objetivo, que sirve como instrumento de cohesión interna para el grupo criminal.

"A esos cuerpos que destruyen les escriben encima a través del uso de la violencia para ratificar la unión del colectivo", dice Juan Martínez, profesor de antropología y experto en pandillas. "Violentan el cuerpo de la mujer colectivamente con un protocolo, un orden jerárquico, primero el que tenga más poder, y progresivamente se incorpora a los más novatos en el ritual".

Para algunos, en definitiva, se trata de la conducta psicópata de un grupo que tiene decenas de miles de miembros.

Marcelino Díaz es un psicólogo clínico del departamento de medicina legal de El Salvador que ha entrevistado a cientos de pandilleros para determinar si están locos y cree que la mayoría de ellos "tiene un trastorno de la personalidad, un patrón permanente e inflexible de comportamiento que se aparta constantemente de la expectativa social".

"Tienen un desprecio absoluto por las personas que tienen delante y por cualquier aspecto relacionado con el dolor o la muerte", señala Díaz. "Sufren de una distorsión cognoscitiva impulsiva con conducta sádica, trastornos dramáticos histriónicos, narcisistas y grandiosos, alteración constante de la conducta sexual y grandes niveles de adicción a la droga".

Pero "no están locos", concluye. "Son psicópatas y El Salvador es un país de 70.000 psicópatas".

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