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lunes, 12 de mayo de 2014

REPORTAJE: "AUTODEFENSAS PASAN DE COSTALES A BLINDADOS"

Michoacán.- Se mueven rápido las cosas en la Tierra Caliente de Michoacán: un día después de que fuera presentado en Tepalcatepec el primer contingente (con 150 elementos) de las autodefensas reconvertidas en Fuerza Rural Estatal, este domingo las barricadas con raídos costales que usaban para vigilar sus poblados de los embates del crimen organizado han quedado prácticamente desmanteladas.

A cambio, los civiles armados, ya en uso de sus uniformes azul marino en vez de sus camisetas blancas, y con sus relucientes fusiles R15 al hombro, además de sus escuadras .9 milímetros en el cinto, fueron dotados hoy de algo nunca visto en la región: el primer parapeto militar blindado para soportar impactos de armas largas, hasta de calibre .762.

Ahí, a la entrada de Tepeque, como le llaman al municipio y su cabecera municipal, tres jóvenes ex autodefensas vigilan lo que sucede en la carretera. Pero dos de ellos lo hacen de forma peculiar: desde dentro de la pequeña estructura metálica de casi 1.90 metros de altura y un metro de ancho, la cual tiene cuatro pequeñas ventanas blindadas que se pueden abrir para disparar.

Como niños con juguete nuevo, los jóvenes de la flamante Fuerza Rural se manifiestan contentos y una y otra vez tomaban posiciones de ataque o defensa desde su trinchera blindada, siempre vigilados y asesorados por elementos del Ejército mexicano.

Un teniente explica que ni un granadazo derriba la pequeña construcción fabricada en Estados Unidos: “La sacude, pero no la destroza”.

—¿Cómo te sientes? —se le pregunta a uno de los chavos que monta su rifle de asalto sobre una de las ventanitas en ademán de estar listo para el combate. El militar lo observa y esboza una ligera sonrisa.

—Muy bien, algo más protegido. Quedaron atrás los costales, esto ya es algo más.

—¿Contento, orgulloso?

—Desde luego que sí, defendiendo a nuestro pueblo y ahora ya por lo legal. Antes lo defendíamos también, pero ahora ya estamos legalmente.

—¿Ya no tienen miedo por estar entre costales? —se le pregunta a su compañero que también ingresa al minibúnker e igualmente coloca su R15 en actitud de disparo.

—Nunca hemos tenido miedo (repone con voz firme), pero ahora nos sentimos más seguros con este blindaje más potente. Más de caché (ríe). Pero no crea, los costales también cubrían.

Ahí se quedan, como gozando un regalo del Día del Niño. Le ponen al techo hojas de palma para intentar que el calor que supera 40 grados no convierta el artefacto en un baño sauna. El tercer elemento está de pie a unos 20 metros, junto a los soldados que han colocado un retén en el lugar. Está aprendiendo a hacer las revisiones de vehículos y personas de forma correcta. Él también se siente a gusto con su institucionalización.

—Es un orgullo servir a nuestro pueblo como autodefensas y como policías rurales, y no los vamos a defraudar. Eso téngalo por seguro —agrega solemnemente en posición erguida, con desplante de satisfacción. Un par de kilómetros más adelante, donde empieza la zona urbana, y justo donde desde el año pasado se ha ubicado la barricada principal de las autodefensas, un grupo de cinco hombres y una mujer también inician sus primeras actividades uniformados: detienen un autobús y suben para verificar que no viajen ahí criminales o se transporten armas y drogas.

—¿Cómo anda? —se le pregunta a Josefina Alemán, que se sienta en una silla de plástico junto a un altar de la virgen de Guadalupe.

—Contenta, porque ya no estamos fuera de la ley —sonríe ampliamente.

—¿Le gustó cambiar el azul por el blanco?

—Pues viene siendo lo mismo, pero ya legal. Estamos haciendo lo mismo, cuidando al pueblo, nomás cambió el color de la playera y las letras: autodefensa por Fuerza Rural. Y ya no vamos a tener que estar escondiendo las armas como antes. Yo siempre les decía a las autoridades que los templarios nos las habían regalado (sonríe pícaramente): cuando venían a pelear corrían (huían) y dejaban las armas, nos las regalaban amablemente —bromea y sus compañeros se carcajean.

En el municipio de Buenavista, cuyo pueblo La Ruana fue el primero en levantarse en armas en febrero de 2013, se ubicaba, en la entrada de la cabecera municipal, uno de las zonas de barricadas mejor montadas, con tres montes distintos plenos de costales. Hoy, lucen abandonados, olvidados, polvorientos. Ahí, al lado, la comandanta María se columpia en una hamaca. Está vestida con ropa bonita, dominical. Ya no porta ni arma ni camiseta blanca de autodefensa. La observan tres de sus subordinados.

—Por ahorita ya no podemos traer camisetas. Somos los mismos que estábamos en el movimiento, pero ahora aquí vamos a estar de Fuerza Rural, y hasta que nos den las armas y el uniforme.

—¿Y van a cumplir los compromisos de institucionalizarse?

—Sí los vamos a cumplir: acuerdos son acuerdos. Ahora vamos a poder cuidar a los muchachos y al pueblo legalmente.

En Buenavista es la Policía Federal la que mientras tanto ha tomado el control de la vigilancia: patrulla la zona hasta con perros pastor alemán belga para detectar armas y droga.

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