La competencia digital y en línea que ahora enfrentan las otrora dominantes compañías de cable es
Mi primera reacción ante la oferta por $73 mil millones que hiciera 21 Century Fox para Time Warner - dando inicio a una prolongada pelea ahora que Time Warner intenta obstaculizar a Fox ante sus intentonas de asalto a su consejo administrativo - fue preguntar: ¿qué problema está tratando de resolver Rupert Murdoch?
No es una escasez de televisión de alta calidad. De hecho, el problema actual es todo lo contrario: es difícil encontrar el tiempo suficiente para ver todas las excelentes series que transmiten las cadenas de señal abierta y de cable, tanto por suscripción como gratis: "True Detective", "Game of Thrones", "Orange Is the New Black", "The Good Wife", "The Americans", "House of Cards". La lista es prácticamente interminable.
Las cadenas tampoco tienen problemas financieros. La competencia entre los operadores de satélite y de cable para atraer espectadores - y los esfuerzos de los servicios como Netflix para atraerlos a su programación - ha creado un auge de la producción. En EEUU, las redes de cable no deportivas reciben $17 mil millones al año en honorarios de los operadores de cable y satélite; el vídeo por demanda y servicios similares ganan otros $7.5 mil millones, lo que representa un aumento del 20 por ciento en 2013, según Barclays.
Los estudios de Hollywood como Warner Bros y Fox están sintiendo el impacto, pero ésta es una edad de oro para la televisión, en términos creativos y financieros. Es el resultado saludable de una feroz competencia en un mercado en el que se han reducido las barreras de entrada, pero podría verse en riesgo en caso de una ola de megafusiones como la de Fox y Time Warner, y la compra de Time Warner Cable por Comcast.
Aunque estamos acostumbrados a que los dramas y comedias compitan por nuestra atención - tanto en EEUU como en los canales internacionales y los servicios de "streaming" (transmisión continua) - vale la pena señalar cuán reciente es este fenómeno. La primera temporada de "Los Sopranos", la serie de HBO que dio inicio al auge en la producción de televisión, comenzó hace 15 años.
La serie salió al aire dos años antes de la mal concebida y desastrosa fusión de AOL y Time Warner en 2001, que fue acompañada por numerosos comentarios acerca de cómo AOL introduciría los viejos medios a la era digital. La conmoción causada por Los Sopranos fue más potente y duradera que la ingeniería financiera infligida a la casa matriz de HBO.
AOL Time Warner ya no existe, pero el valor de HBO ha crecido enormemente - es la joya que Fox más anhela de la corona de Time Warner. El canal obtuvo su poderío con los operadores de cable gracias a su innovación y no su tamaño. Los canales por suscripción, incluyendo Showtime y los gratuitos como AMC, que produjo "Mad Men", siguieron su ejemplo.
Esto sucedió en un mercado extremadamente competitivo, impulsado por las cuatro grandes cadenas de televisión abierta, los seis principales estudios de Hollywood y la fuerza disruptiva del Internet, que permitió la creación de nuevos servicios. Ninguna empresa tenía suficiente poder de distribución, o parte de la producción, para inhibirla.
Más que cualquier otra persona, el Sr. Murdoch debería reconocer los beneficios de la competencia ya que él es un innovador. Fue él quien rompió el oligopolio de las tres grandes cadenas de televisión con el lanzamiento de la cadena Fox en 1986. Fox News, lanzado por él en 1996, ha (para bien o para mal) superado a CNN de Time Warner. FX, un canal de cable perteneciente a Fox, produce buenos programas, como "Fargo".
La mejor cualidad de News Corp, ahora dividida entre una editorial y Fox, es su espíritu empresarial. El Sr. Murdoch ha fundado, o reestructurado, una amplia gama de propiedades de medios, desde el diario The Sun hasta BSkyB, la empresa de radiodifusión por satélite. Éstos no habrían sobrevivido, o existido, sin él.
El Sr. Murdoch tiene otra cara - la de negociador hábil y despiadado. Él tiene una trayectoria de forzarse un camino en un mercado para luego abalanzarse sobre un activo largamente establecido, a menudo a un alto precio. Él pagó $5 mil millones para el Dow Jones en 2007 y Fox ha devuelto $12 mil millones a sus accionistas en los últimos tres años en un esfuerzo por recuperar la credibilidad.
Yo prefiero el primer Murdoch, pero la segunda versión está ahora en acción. Atacó justo cuando Jeff Bewkes, presidente ejecutivo de Time Warner, redujo su tamaño por la escisión de Time Warner Cable y Time Inc., pero antes de que su potencial de crecimiento fuese plenamente demostrado. La oferta de $73 mil millones no es suficiente, y será difícil convencer a Time Warner sin pagar de más.
Este negocio tiene sentido perfecto para el Sr. Murdoch. Lo ha codiciado desde los años 1980, cuando trató de comprar Warner Brothers antes de configurar Fox. Él controlaría un imperio de la producción, con una red de difusión, dos estudios de cine y cadenas de cable incluyendo HBO.
¿Y de todos nosotros, qué? Nos hemos grandemente beneficiado gracias a la estructura actual de la industria del entretenimiento, y a la intensificación de la competencia en las dos últimas décadas. ¿Por qué el consumidor querría perder todo eso debido a la consolidación y la reconstrucción de los oligopolios mediáticos?
Preguntémosle a una empresa durante esta ola de fusiones y la respuesta suele ser: "No tenemos otra opción". Otros están creciendo y tienen que reaccionar. Las compañías de medios citan el poder de Comcast, sobre todo si el acuerdo Time Warner Cable es aprobado. Comcast apunta a gigantes del Internet como Google.
El argumento con respecto al tamaño no es convincente - ayuda en las negociaciones, pero lo que importa más es producir programas que los operadores de cable y satélite necesiten. El hecho de que las compañías de cable que una vez dominaron la distribución se enfrentan a una nueva competencia en línea y digital es difícil para ellas, pero es bueno para los consumidores, y no puede resolverse con sólo fusionarse.
Antes de que la industria del entretenimiento se sumerja en una ronda frenética de consolidación defensiva, tanto los reguladores como las empresas estadounidenses deben preguntarse: ¿qué tiene de malo lo que ya tenemos?
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