Se hace llamar Francesca, es venezolana y los 10 años recientes ha estado presa. La acusaron de introducir heroína en su cuerpo. Más de 80 cápsulas tuvo que tragar para pagar la deuda adquirida por su hermano.
Ella hace el recuento. Fue en 2005 cuando empezó su odisea. Dedicada a la educación de sus tres hijos, un día se acercaron hombres desconocidos para advertirle que su hermano sería asesinado.
Adicto desde años atrás, había adquirido una deuda que el grupo delictivo se la cobraría con su vida. Entonces, Francesca negoció y así le indicaron que tenía que viajar a México para entregar droga.
Pese a los riesgos que implicaba accedió y se puso en manos de la delincuencia, le prepararon la garganta y una a una tragó las cápsulas cargadas con la droga. Subió al avión y sin escala llegó al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
Ahí, antes de bajar los agentes migratorios y policías federales pidieron los pasaportes de los pasajeros. Cuando llegaron al asiento de la venezolana la invitaron a descender. “Ellos ya sabían que yo estaba cargada, que traía droga porque inmediatamente me separaron”, recuerda.
Francis, como también le dicen en el Centro Femenil de Readaptación Social de Santa Martha Acatitla, es baja de estatura, cabello crespo y desde hace dos años camina por los pasillos del penal acompañada de un niño.
“Yo sabía de los riesgos, pero no quería que lo mataran, aunque al final le dieron varios balazos y consumaron la venganza”, agrega
.
Tras ser detenida, Francesca pasó cinco días en el hospital. Fue un ir y venir porque no encontraban la droga. Al menos ocho radiografías tuvieron que tomar los especialistas para documentar que en su estómago estaba la heroína.
Recuerda que los médicos querían hacer un lavado que ella rechazó, pues al salir de su país le advirtieron que eso le ocasionaría la muerte, así que bebió litros de agua hasta que expulsó las 80 cápsulas con droga.
Su proceso penal duró apenas dos meses. Un juez federal le impuso 10 años de prisión, que a finales de 2014 compurgará. Lo hará para reunirse con el padre de su hijo que conoció un día de visita en la cárcel.
“A mí me sentenciaron muy rápido, lo que me dijeron es que asumiera la responsabilidad. A final de cuentas yo traía la droga en mi estómago, entonces dije ¿cómo lo voy a negar si ahí está?”, admite.
Como Francesca hay 44 mujeres extranjeras recluidas en cárceles capitalinas, de ellas, siete cumplen sentencias por delitos contra la salud, la mayoría, por introducir estupefacientes al país.
La Subsecretaría de Sistema Penitenciario del DF informa que 2 mil seis mujeres conforman la población total femenil, de las cuales 241 es por delitos contra la salud, muchas, por alquilar su cuerpo para meter droga a las cárceles vía vaginal.
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