MOSCÚ. El alto el fuego anterior en Ucrania fracasó rápidamente. El actual podría durar, porque le conviene al presidente ruso, Vladimir Putin.
El objetivo de Putin de mantener a Ucrania dentro de la órbita rusa sigue inalterado. Pero los últimos avances militares de los rebeldes pro rusos dan a Moscú una posición de fuerza en las conversaciones de paz que ayudarán a determinar el futuro de Ucrania.
Desde el inicio de la crisis en Ucrania, el objetivo de Putin ha sido asegurar suficiente autonomía en el este rusoparlante de Ucrania para que la región pueda mantener sus estrechos lazos con Rusia e impedir que Ucrania ingrese a la OTAN.
En marzo, después de que Ucrania derrocó a su presidente pro ruso, Moscú se anexionó la península ucraniana de Crimea. Pero aunque muchos en Ucrania y Occidente temen que Putin quiera tomar más terreno, esa no parece ser su opción preferente. Si quisiera, lo podría haber hecho fácilmente.
Al parecer, Putin ha calculado que el precio por esa maniobra sería demasiado alto, tanto por el castigo económico que impondría Occidente como por los miles de millones de dólares que costaría respaldar al este de Ucrania. Con la economía rusa en recesión, es un gasto que el Kremlin no puede permitirse.
Putin ha optado por una ruta más indirecta.
Tal vez esperaba que la insurrección pro rusa que estalló en las regiones de Donetsk y Luhansk en abril obligara a Kiev a hacer concesiones y ofrecer poderes más amplios a los rebeldes. En ese caso, cometió un error de cálculo.
Kiev no ofreció concesiones y las potencias occidentales aplicaron varias rondas de sanciones a Moscú, al desechar sus negativas de que alimentaba la rebelión con soldados y armas. Mientras tanto, la ofensiva militar de Ucrania contra los rebeldes, vacilante en un principio, cobró gradualmente impulso y para fines de agosto había arrinconado a los rebeldes.
Putin no podía darse el lujo de permitir la derrota de los rebeldes, y la contraofensiva revirtió bruscamente la tendencia al crear la perspectiva de que Ucrania perdería más territorio, lo que podría obligar a Kiev a negociar.
Kiev y Occidente acusaron a Rusia de enviar a miles de soldados del ejército regular a Ucrania para encabezar la ofensiva rebelde. Según trascendió, Putin lo negó en una conversación con el titular de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, a quien dijo que si hubiera querido invadir, habría tomado la capital ucraniana en dos semanas.
Y es probable.
Las fuerzas ucranianas -debilitadas por dos décadas de falta de fondos y corrupción rampante y desmoralizadas por los avances rebeldes- difícilmente hubieran podido resistir una invasión en regla del ejército ruso, que ha modernizado su armamento y realizado maniobras en gran escala mejorar la coordinación de sus fuerzas.
Estados Unidos y otros miembros de la OTAN han dicho claramente que no enfrentarán a Rusia en el terreno militar, y las armas que pudieran ofrecer requerirían de meses de entrenamiento para su uso, lo cual las vuelve inútiles para las fuerzas ucranianas en lo inmediato. Entonces, solo quedan las sanciones para detener una ofensiva rusa.
Pero al mediar en un cese de fuego, Putin ha dicho claramente que no quiere tomar ese camino... por ahora.
El acuerdo de 12 puntos parece ambiguo y frágil. No aclara dónde está el frente ni el estatus que tendrían las provincias rebeldes.
Si bien Putin y el presidente ucraniano Petro Poroshenko llegaron a un acuerdo político preliminar, redactarlo será extremadamente difícil, sobre todo en las semanas previas a las elecciones parlamentarias ucranianas en octubre.
El Kremlin puede contar con que la insurgencia y el estancamiento económico obligarán a Kiev a considerar los reclamos de Moscú. Putin parece apostar a que así será.
Caso contrario, ha dejado en claro que la opción militar sigue vigente.
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