supervisor financiero conocía de la existencia de "problemas" en la entidad desde 2013
LISBOA. Las sospechas sobre la verdadera salud financiera del Grupo Espírito Santo hacen temblar los cimientos de Portugal, que ve cómo uno de los principales emporios del país se tambalea, con un peso que va más allá del mero valor económico.
El aforismo "cuando los Espírito Santo estornudan, Portugal se resfría", resume lo que se vivió esta semana en suelo luso, donde la familia acumula poder e influencia desde hace un siglo, con estrechos vínculos con los principales centros de decisión.
Las turbulencias por las que atraviesa provocaron caídas en la mayoría de bolsas europeas, obligaron a pronunciarse al Gobierno luso, causaron un nuevo repunte de la presión sobre su deuda, fueron objeto de debate en el Parlamento e incluso perjudicaron a Portugal Telecom, otro de los "gigantes" empresariales del país y que se encuentra en pleno proceso de fusión con la brasileña Oi.
Estructurado de forma compleja, con participaciones entremezcladas entre sus filiales como en una especie de "matrioska" -una muñeca rusa en cuyo interior se alojan otras muchas, cada vez más pequeñas-, el grupo está bajo sospecha debido a su modo de operar, que ya despertaba recelos desde hace meses.
Con negocios en el área del turismo, la agroalimentación, la sanidad, la energía, los seguros o la construcción, también cuenta con una parte dedicada en exclusiva al sector financiero, en el que la estrella es el Banco Espírito Santo (BES).
Fuentes del sector bancario luso contactadas por EFE aseguraron este sábado que el supervisor financiero del país ya era consciente de la existencia de "problemas" en la entidad desde principios de 2013, aunque el caso no explotó públicamente hasta las últimas semanas.
El BES, el mayor banco a nivel de activos de Portugal -y el más conocido internacionalmente-, fue el único que no optó por recurrir a fondos públicos durante la crisis económica, en contraste con el resto de sus competidores locales.
Sin embargo, el banco prestó dinero a otras empresas pertenecientes a su mismo grupo y ahora estas compañías están siendo observadas con lupa debido al riesgo de que caigan en insolvencia.
Aunque la exposición al Grupo Espírito Santo se limita a 1.180 millones de euros y dice contar con un "colchón" de 2.100 millones, la entidad reconoció que aún no puede "estimar las potenciales pérdidas asociadas" al incumplimiento de alguna de estas firmas.
Otra práctica que levantó suspicacias fue la decisión de Portugal Telecom (PT) de invertir mil millones de euros en pagarés de una de las filiales de este conglomerado pese a su condición de accionista en el BES, lo que en el país se interpretó como una ayuda encubierta dadas las dificultades financieras por las que pasa el grupo.
Dentro de los Espírito Santo cohabitan diferentes ramas familiares, la mayoría multimillonarias, que han dejado de dirimir sus diferencias entre bastidores para hacerlo a la luz pública.
El detonante fue la auditoría realizada a instancias del banco central luso a una de las subsidiarias del grupo, Espírito Santo International, que el pasado mayo detectó irregularidades en sus cuentas.
Posteriormente, la aparición de un contable que en declaraciones a medios lusos confirmó la manipulación de las cifras -con la connivencia de sus responsables- hizo estallar el escándalo.
Los inicios del grupo se remontan a 1869, con la apertura de una caja de cambio en pleno centro de Lisboa. Desde entonces, el negocio de los Espírito Santo creció exponencialmente.
Acusados por la izquierda de ser próximos al régimen de António Salazar, vieron cómo sus bienes eran nacionalizados durante el corto período revolucionario que siguió al fin de la dictadura.
Ya en la década de los 80 volvieron a levantarse y reconstruir su imperio, hasta dotarlo de una envergadura sin parangón en el país.
En Portugal, el BES es conocido como "el banco de todos los regímenes" por haber sobrevivido a la monarquía, la dictadura y una revolución, y parte de un conglomerado empresarial considerado como una de las patas sobre las que se sostiene el Estado luso.
Antiguos empleados del banco recordaron a EFE el elevado grado de "interrelación" entre la familia y la política, con varios extrabajadores en puestos de responsabilidad cada legislatura, independientemente del signo político.
A pesar del mensaje de tranquilidad enviado por las autoridades lusas para dejar claro que descartan intervenir el BES y que no hay que identificar al banco con los problemas del Grupo Espírito Santo, analistas lusos mantienen sus dudas sobre la situación de su división en Angola, que amenaza en convertirse en un nuevo foco de inestabilidad.